PREVALENCIA Y ETIOLOGÍA DE LA ODONTOFOBIA
Es difícil estimar la prevalencia de la odontofobia, ya que los datos publicados no suelen diferenciar entre ansiedad, miedo y fobia dental. Existen más estudios dedicados a la ansiedad dental. Un estudio sistemático y exhaustivo indicó que, entre los menores de 19 años, la ansiedad dental es algo común. Los resultados abarcaban a los adolescentes de varias regiones como Asia, Norteamérica, Europa y África[1]; la prevalencia de la ansiedad dental oscilaba entre el 10 y el 20 % en este intervalo de edades. Otros estudios indicaron que la prevalencia de la ansiedad dental en la infancia/adolescencia tiene un rango más amplio (3-43 %) en todo el mundo[2].
La etiología de la odontofobia es muy compleja y es objeto de un amplio debate. La odontofobia suele darse en las personas más propensas a experimentar ansiedad y miedo; estas personas pueden haber sufrido experiencias traumáticas anteriores, como un procedimiento dental doloroso, que provocaron esta fobia. Los sentimientos negativos de la propia familia hacia los tratamientos odontológicos también pueden influir en el desarrollo de la odontofobia del niño o adolescente (aprendizaje vicario). El miedo al dolor en general es otro factor común que puede estar relacionado con el desarrollo de la odontofobia. Independientemente del origen de la fobia, como seres conscientes hemos evolucionado para evitar el dolor. El dolor es la base del condicionamiento del miedo, y la asociación del dolor con la odontología alimenta la ansiedad y el miedo relacionados con los tratamientos odontológicos[3].
LA MEDICIÓN DE LOS GRADOS DE LA ODONTOFOBIA
Los niños y adolescentes pueden asociar incluso los procedimientos dentales menos invasivos con el concepto de dolor. De esta forma se crea una espiral de miedo y ansiedad que podría acabar disuadiendo a estas personas de acudir a las revisiones periódicas. El rechazo a los tratamientos odontológicos puede tener efectos persistentes en la salud dental y la higiene de los niños[4]. La odontofobia en los jóvenes se asocia con problemas de conducta, supresión completa del cuidado dental y dientes muy cariados[2]. Por lo tanto, para conservar la salud bucodental de un niño o adolescente, es fundamental detectar este trastorno e intervenir de forma temprana.
Se pueden emplear metodologías subjetivas y objetivas para medir el grado de ansiedad dental de un niño o adolescente y detectar una potencial odontofobia. Las primeras pruebas incluyen tanto evaluaciones psicométricas como conductuales[1]. La evaluación psicométrica consiste en que el niño o el tutor completen un cuestionario antes del tratamiento; en la evaluación, el paciente indica el nivel de ansiedad que percibe en relación con determinadas situaciones relacionadas con la odontología.
En las evaluaciones conductuales, el equipo investigador o de odontólogos se encargan de evaluar el comportamiento y las reacciones del niño o adolescente durante el procedimiento. La conducta de un niño con odontofobia puede incluir rabietas, inquietud y rechazo total a someterse a un tratamiento, incluso cuando es consciente de que el considerable dolor que sufre puede aliviarse con el tratamiento odontológico[5].
El análisis de la reacción fisiológica mide objetivamente el estrés fisiológico cuantificando los factores relacionados con la ansiedad. Los niveles de cortisol salival, la pulsioximetría, la frecuencia del pulso, la presión arterial, la actividad electrodérmica y la temperatura de los dedos pueden facilitar el diagnóstico de la odontofobia[6].
METODOLOGÍAS Y NUEVAS TECNOLOGÍAS EMPLEADAS PARA GESTIONAR LAS DIFICULTADES PARA REDUCIR EL DOLOR EN PACIENTES ODONTOFÓBICOS
El «principio de las 4 S» (smell, sight, sound, sensation en inglés) es una técnica habitual para trabajar con los pacientes odontofóbicos. La base de este método consiste en la eliminación de los cuatro principales desencadenantes sensoriales de la ansiedad en el entorno de la consulta odontológica: olfato, vista, oído y sensación[6].
La reducción del dolor (una sensación) durante los procedimientos odontológicos puede ayudar a las personas que sufren odontofobia. Los anestésicos tópicos atenúan la sensación de dolor, pero solo actúan superficialmente[7] y los tratamientos orales más dolorosos requieren la aplicación de anestésicos locales inyectables. Lamentablemente, la oposición de estos pacientes a las agujas puede reforzar su odontofobia, de forma que resulte difícil inyectarles anestésicos locales, ya que la simple vista de una aguja les provocará más ansiedad.
Hay una nueva tecnología diseñada para aliviar la ansiedad de las personas con fobia a las agujas; consiste en la administración de la anestesia local controlada por ordenador mediante una herramienta de plástico con menos características amenazantes que una aguja. La velocidad de inyección más lenta de este método también sirve para reducir el dolor postoperatorio[6]. Otra novedad médica es la conocida como «anestesia dental electrónica». Este método no requiere agujas, sino que consiste en colocar sobre el tejido electrodos que suministran un flujo iónico y crean anestesia[6].
En general, existen muchos tipos distintos de ansiedad dental en niños y adolescentes de todo el mundo. Calmar el dolor en estas personas sigue siendo un gran reto, pero las nuevas tecnologías pueden ayudar a tratar a los pacientes que tienen fobia a las agujas. La reducción de los factores de estrés psicológico relacionados con la odontofobia mediante el principio de las 4 S sigue siendo una técnica ampliamente aceptada.
BIBLIOGRAFÍA
- https://ejpd.eu/virtual/download/EJPD_2017_2_6.pdf
- http://www.tjprc.org/publishpapers/2-60-1389351119-1.%20Dental%20anxiety.full.pdf
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32417719/
- https://www.nature.com/articles/s41415-021-2941-z
- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28478271/
- https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4790493/
- https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5564188/